
Olvidaste ver mi rostro al amanecer,
olvidaste cerrar tu puerta al salir,
olvidaste dejar crecer tu planta de vida,
olvidaste dejar caer tu venganza al vacío.
Tantas veces fui parte de un juego
al que nunca intenté jugarlo
pero lo hice porque creí que aquel juego
podía hacer feliz a un niño y a mi.
Tantas veces creí en personas,
que en vez de decirme las cosas las actuaban
y lo hacían tan perfectamente que me gustaba:
siempre me parecieron interesante los mimos.
Escribiré de mi ingenuidad tantas veces sea posible...